El Mindfulness o conciencia plena, se define como un tipo de meditación en la que te concentras en estar plenamente consciente de lo que estás experimentando y sintiendo en el momento, sin interpretaciones, ni juicios. Eso es lo que sentimos nosotros al llegar a Trevejo, desde que nos bajamos de nuestro coche, ya que, estuvimos plenamente conscientes de que esta villa medieval nos transmitía paz, tranquilidad, relajación, sosiego… y experimentamos satisfacción a cada paso que dimos observando cada rincón, cada piedra, cada paisaje, el trinar de los pájaros, le color de sus flores, el verde de su entorno, o el bello aleteo de las mariposas. Y todo a los pies, o el interior de su castillo.
Llegamos un día de laborable, aparcamos en la entrada, en la Plaza de Corro, y ya la entrada nos llamó la atención, por la construcción de sus casas, y esas escaleras de granito que daban acceso a las viviendas, mientras en la zona baja se guardaba al ganado, que además servía para transmitir el calor a la vivienda.
En los primeros pasos, solo nos cruzamos con Dani, de El Buen Avío, el único bar de la población, que amablemente nos dijo: “¿Necesitáis algo?, que no abro hasta mañana”, dando un buen uso a la palabra avío que su significado entre los pastores y la gente de campo, es la provisión de víveres que se llevaban en el hatillo para alimentarse durante el tiempo que se tardaba en volver al pueblo.
Dejamos las maletas en uno de los Apartamentos A Fala, en particular en el denominado “Lagarteiru” y salimos como si esas ruinas del castillo tuvieran un imán de atracción hacia nosotros y, sabiendo que descansaríamos en este estupendo "Refugio" con todo lo necesario para disfrutar de nuestra estancia en esta población.
Desde el momento de la entrada, las ruinas del castillo ya nos llamaron la atención, pero poco a poco según nos íbamos acercando nos iba gustando mucho más. Como el haber leído sobre su origen que se establece antes del siglo XII, ya que en este mismo lugar, en este "nido de águilas" desde donde se otea todo el territorio, se levantaba una fortaleza musulmana, que fue conquistada en por Alfonso VII de León, que se lo cedió a la Orden del Temple, si, en este castillo estuvieron los Templarios.
Vimos el cartel que indica: “PELIGRO, por posibles desprendimientos en el castillo y sus inmediaciones. SI ENTRA ES BAJO SU RESPONSABILIDAD. Están usted en propiedad privada”. Y bajo nuestra responsabilidad, y la atracción que hacia nosotros nos mostraban esas ruinas, decidimos tomar el sendero de acceso al castillo.
La verdad, es que es un cartel más que real, ya que en un día de mucho viento o de lluvia, no será raro el que puedan caer piedras del castillo a la zona del camino, y de golpe, nos encontramos con una muy especial, que nos recordó aquella canción de: “Una piedra en el camino, me mostro que mi destino era rodar y rodar…” Pero, la que debió rodar desde su lugar privilegiado, fue esta impresionante piedra tallada con un texto.
La verdad, es que cuanto más nos acercábamos a sus paredes, más nos imaginábamos en lo bello e impresionante que tuvo que ser este catillo medieval, en el tiempo de la Orden del Temple, así como cuando en 1184 pasó a manos de la Orden de San Juan de Jerusalén por mandato del rey Fernando II de León, pero, algo ocurrió para que solo dos años despues, el mismo monarca se lo entregara a la Orden de Santiago. Así como que con el paso del tiempo acabara también en manos de la Orden de Alcántara.
Durante estos tiempos de la Órdenes religioso-militares, el Castillo de Trevejo jugo un papel muy importantes controlando los valles occidentales de la Sierra de Gata, pero, no solo ellos, sino también las familias nobiliarias extremeñas de la zona.
Con la esperanza que las piedras sobre nuestras cabezas no decidieran desprenderse a nuestro paso, continuamos caminando sin salirnos de la senda, para entrar en el castillo, pero preocupados en el paso bajo la zona de muros y piedras de gran tamaño sobre el sendero.
Eso sí, solo por las vistas de la aldea medieval de Trevejo desde el sendero mostrando sus casas con esos tejados de tejas árabes rojizas, situadas en pendiente, entre calles estrechas y sinuosas, en las que según figura en el censo, en 1842 vivían 548 personas.
En pocos pasos por ese camino “prohibido” nos encontramos con la puerta de acceso a este castillo que tuvo que ser un lugar lleno de vida, así como de belleza. Es más, por su situación esa belleza sigue presente.
En este dintel, casi imposible leer la inscripción en la piedra: “Fizo esta obra Felipe V. Año 1706”.
Pasar bajo ese dintel, es atravesar un tiempo de su historia por una parte, y por otra entrar en una zona del castillo lleno de naturaleza. Ya que, aunque en el siglo XVIII se realizaron reformas tras los daños producidos por la Guerra de Sucesión Española (1701-1713), teniendo en esa época aún guarnición, y nombrándose en 1789 el último comendador de Trevejo.
Pero, estas reformas, desaparecieron tras la destrucción provocada por el Ejército Napoleónico, en la Guerra de la Independencia (1804-1814), que realizó su voladura con el fin de evitar que lo pudieran ocupar los guerrilleros españoles.
Donde nos sorprendieron sus actuales habitantes, que no son otras, que preciosas mariposas, que, al verlas volar, y posarse, nos recordaron que tendríamos que haber llevado nuestra pesada y anticuada cámara réflex, pero, aún con una compacta, fuimos capaces de hacer alguna buena fotografía.
Las mariposas saben muy bien donde vivir, y el elegir este castillo no debe ser pura casualidad, como seguramente no lo fue para los primeros habitantes de esta fortaleza que eligieron claramente un lugar privilegiado, con magníficas vistas de 360º que desde su situación se contemplan. Es lo que hicimos nosotros, contemplar ese gran espacio bajo nuestros pies, pero también las paredes llenas de historia de este castillo, su torre del homenaje, sus escudos en bajorrelieve, sus ventanas.
Podríamos pensar, que con la visita al castillo, habría terminado el recorrido histórico de esta villa medieval, pero, nada mas lejos de la realidad, pue, ya desde la altura de su emplazamiento, se aprecia el edificio de la Iglesia de San Juan Bautista y la espadaña, separada de la mencionada ermita, y posiblemente contraído en lo que fue una torre del propio castillo. Y tras de ellos, la población de Villamiel, a la que pertenece Trevejo desde 1859, tiempo en que el castillo ya estaba en ruinas.
La iglesia estaba cerrada, por lo que no pudimos visitarla, eso si, caminando hacia las casas de la aldea, pudimos contemplar, y fotografiar las tres edificaciones juntas
Volvemos a introducirnos en la aldea, pero el castillo nos vuelve a vigilar y la vez atraer, y volvemos a fotografiarlo.
Si interesante es visitar estas ruinas del castillo, y conocer su historia, también lo es el caminar por sus calles empinadas, estrechas, con rincones realmente bonitos, y viviendas construidas en piedra que o bien se han conservado por estar habitadas, o se han rehabilitado con mucho gusto (siempre hay alguna excepción).
Claramente, la situación del castillo, y la vida que tuvo que existir en esta villa medieval, estuvo muy bien estudiada, ya que recibe los primeros rayos de sol, y tienen luz hasta los últimos momentos del atardecer, convirtiendo ambos momentos en un paisaje maravilloso, como los son las noches despejadas con el cielo estrellado.
Trevejo, con fecha 15 de abril de 1994, por la que se declaró Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de Conjunto Histórico, a favor de la pedanía de Trevejo. Pero, eso no ha impedido que en 2014 se produjeran varios hundimientos en una de las torres del castillo. Y en 2024 paso a formar parte de la asociación Los Pueblos Más Bonitos de España.
Durante los días siguientes, nos alejamos de Trevejo, para continuar visitando otros bellos lugares de la Sierra de Gata, pero sintiendo la atracción y ese mindfulness o conciencia plena, de que estábamos en un lugar para relajarnos del estrés de la ciudad, y valorar todo lo que nos aportaba este lugar lleno de historia.
CAMINOTAS:
Es una lástima que el Castillo de Trevejo siendo un Bien de Interés Cultural (BIC), no se evite que se vaya destruyendo y con el paso del tiempo se convierta en una acumulación de piedras, ya que solo es necesario ver las grandes grietas, para ver que no tardará mucho en destruirse.
Pero, dicho esto, Trevejo es un lugar digno de visitar con castillo o sin el, ya que es único, tranquilo y especia.
Esta crónica viajera, así como de otros lugares, siempre las encontraréis (según vamos actualizando), en: Carta Turística: Viajes, escapadas, senderismo, actividades, experiencias, naturaleza, lugares, rincones, ciudades, pueblos… Publicadas en blog.
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